Pescador y barquero

Quinto como todos los pueblos de la Ribera tuvieron familias dedicadas a la pesca en el Río Ebro la última familia que ejerció en estas artes fueron los padres – Angel García y Rosa Usón Gonzalbo- y anteriormente los abuelos de Fina, su apodo familiar no deja ninguna duda “los barqueros”.

“Nada mas terminar la guerra mi padre estuvo de barquero dos años en la barca de Velilla, pero a él le gustaba pescar y en cuanto pudo dejo la barca para dedicarse a la pesca, que por cierto hubo un choque de trenes en la estación de Velilla."

"Mi madre vendía el pescado que pescaba mi padre por las calles con la cesta y el peso: barbos, madrillas, carpas y las anguilas. La anguila la cogían en primavera y al otoño, con las primeras tormentas bajaban por el rió, el resto del año se pescaban los barbos, las carpas y sobre todo las madrillas. Salían a pescar con el alba y al atardecer a veces eran las doce la noche y aún no habían venido.

Tiraban las redes y lo que cogían lo clasificaban en diferentes cestas y volvían andando junto con mi hermano cada uno con las cestas del pescado, vendía en el pueblo y también facturaba anguilas en el autobús para Hijar y para Albalate.

Muchas veces estaban esperando las mujeres en la puerta de casa a que llegaran con el pescado, cuando quedaba mi madre se cogía el cesto y el peso y se recorría el pueblo y al final casi todo lo que pescaba se vendía en el bar de Mallor, nunca volvía con pescado a casa.

Las madrillas las escabechaban y nos comíamos todo hasta las raspas, las anguilas las preparaban con fritada y también con ajo y aceite. Aunque se comía mucho el pescado a la brasa, la madrilla se rebozaba con sal y en brasa de chopo era el almuerzo preferido del pescador: brasa, sal y bota era todo lo que se necesitaba.

Mi abuelo ya era pescador en Gelsa, el cogía las anguilas en la fabrica de harinas de “Miralrio” y aprovechaba el canal de la fabrica para coger las anguilas, cada pescador tenía una zona, mi padre trabajaba desde los arenales hasta el puerto, el de Gelsa subía hasta el puerto y de los arenales para arriba eran para el de PinaEn primavera se cogía el anguila que subía rió arriba con unos cordeles que se preparaban con anzuelos y cebos de lombriz que se ataban de una tamariz a otra, se colocaban y se revisaban a diario cada mañana. En verano se clavaban unos postes donde se colocarían las redes para luego en otoño cuando venían las riadas, en cada uno de estos postes se colocaban los “voltrinos” una malla como una caracolera en al que se ponían trozos de madrilla como cebo conde entraba la anguila y luego ya no podía salir.

El ponton primero lo tuvo en el espolón, luego lo tenía en frente del rincón falso, conocía el rió y las corrientes como la palma de su mano y subía aguas arriba aprovechando estas corrientes, alguna riada se le llevo el pontón aunque luego lo encontró.

El pontón había que atarlo en alto para evitar que se hundiese o que se lo llevase la riada, cuando era chica tenía dos pontones que los cuidaba mucho, pontones que se manejaban con remo y con una vara o pértiga de madera con una punta de hierro (que le preparaba Esteban Cuevas) que les servía para atravesar los rápidos donde la corriente era muy fuerte y no era posible manejarse con los remos.

El rincón falso era “su empresa” conocía donde pescar, cuando tenía que dejarlo estar e ir por otras zonas, conocía los pájaros, los animales y los sonidos del rió. Nosotros pasábamos con los chicos a bañarnos allí, ha cambiado mucho, poníamos una cuerda para que no pasaran los chicos y si alguno se pasaba lo castigaba media hora sin bañarse, la gente no se baño en el río hasta los años setenta.

Al final de sus años el ya decía que el rió había cambiado que los cebos se mordían de otra manera.”

Primero desaparecieron las anguilas por culpa de los pantanos, después fueron las madrillas y los barbos por culpa de la contaminación y finalmente carpas y percas están sucumbiendo a otras especies como los gatos o los siluros, especies de otros ríos que han alterado el ecosistema que en su día tuvo el Ebro.