domingo, 21 de febrero de 2010

El director de Banda de Música más joven de España


El repórter tenía noticia de que existían en el mundo - sobre todo en el nuevo mundo, país de lo maravilloso- niños prodigio en todas las actividades, "recordmans" de todas las aptitudes, certeros tiradores de rifle, formidables patinadores sobre hielo y ementos virtuosísimos violinistas, asombrosos matemáticos, elevados poetas, profundos escritores, perfectos conductores de autos, ingeniosos mecánicos etc.etcétera. No obstante, nunca hasta hace unos días había podido comprobar, "de visu", la existencia de esos portentos de adelanto infantil, de temprano desarrollo mental.

Ello ha sido que, con ocasión de un viaje al detenerse en el simpático pueblecito de la ribera aragonesa del río Varón, del Ebro famoso, hallándose ante un prodigio.Transcurrían unas fiestas comarcales de Quinto de Ebro - las fiestas primaverales de las Vírgenes de Bonastre y Matamala- En la plaza mayor del pueblo, sobre un improvisado tabladillo de maderos y tablones actuaba la Banda Municipal de Musica.

- Fíjese usted que maestro de música más joven tenemos en este pueblo - advirtió un amigo del repórter.

En los baños de Quinto se acabó de curar...


Pero casi al mismo tiempo que tal decía vínole rápidamente al pensamiento, como esos rayos celestes de que nos habla el misticismo, una idea salvadora, una solución fácil, eficacísima, derivada, ¡oh rarezas de la vida!, de la misma situación aflictiva en que la familia se encontraba. ¡Qué cosas hace Dios! Él se sabrá por qué las hace.

sábado, 6 de febrero de 2010

El Retratista y la calle del crimen


Si una mujer se atreviera a decir las calles que ama, yo diría sólo una: la calle Alfonso. Esta que aquí ven, con sus farolas, sus tiendas de ropa, sus cafés de ahora mismo y a la vez de otro tiempo, y la Basílica imponente al fondo. Debía ser la calle que siempre he querido borrar de mi cabeza. Aquí, en una taberna, ocurrió el suceso que ha marcado mi vida. Me llamo Soledad, Soledad a secas, hace tiempo que no cuento mi edad y que he olvidado mis apellidos porque los llevaba cambiados. Nací en Quinto de Ebro. Pongamos que mi madre se llamó Salomé Guillén y que tuvo un desliz inesperado. Felizmente casada, sucumbió a un hechizo ajeno. Apenas me dijo que se quedó prendada del fotógrafo que le hizo una foto de fiestas del Pilar con un fondo de barcas pintadas y de gigantes y cabezudos.